Crítica de El Reino: cuando los reyes caen
Antonio de la Torre ostenta hasta el momento seis nominaciones a los premios Goya sin haber conseguido la preciada estatua. Una costumbre que podría romperse dentro de unos meses. O al menos, en nuestra redacción confiamos en ello. Porque si bien De la Torre ya había demostrado con creces su talento, con “El Reino” ha regalado posiblemente su mejor interpretación.
El actor de la reciente Abracadabra interpreta en El Reino a Manuel, un influyente vicepresidente autonómico que goza de una de sus mejores épocas profesionales y personales. Amplios banquetes de gambas en chiringuitos de playa junto a otros compañeros, una buena relación con su esposa y lujo por todas partes. Sin embargo, cuando se destape un sonado caso de corrupción, ese “reino” decide continuar sin Manuel, quien deberá utilizar a todos sus aliados para tratar de desenmascarar a todos aquellos amigos que pasaron a ser némesis en cuestión de minutos, especialmente Paco, uno de sus mejores amigos.
Dirigida con pulso por otro director consagrado con este filme como es Rodrigo Sorogoyen, realizador de la sobresaliente Que Dios Nos Perdone, en la que también participaba De la Torre, El Reino se consolida como un thriller intenso y sobresaliente altamente recomendable en el que también participan actores como Josep María Pou, Nacho Fresneda o Ana Wagener.
El Reino es todo un triunfo
La primera escena de El Reino muestro al personaje de Manuel avanzando por la cocina de un restaurante de playa para servirse unas cuantas raciones de marisco para, después, compartirlo con sus “amigotes” mientras suena música de discoteca. Un claro homenaje a Uno de los nuestros o Boogie Nights, clásicos que incluían dos escenas similares y mediante la que Sorogoyen firma una declaración de intenciones acerca de las influencias que el espectador podrá encontrar en El Reino.
Pero es a medida que avanza la cinta cuando nos percatamos de un pulso que nos recorre la piel en todo momento, un tour de force en forma de cebolla con muchas capas que van desengranándose poco a poco, en los momentos más inesperados, construyendo un relato que es pura adrenalina gracias a su pulso narrativo, los movimientos de cámara, pero, especialmente, sus actores.
Si bien Pou cumple con su cometido de dar vida a un personaje de lo más manipulador y Wagener a una esposa que sopesa los secretos de la mejor forma, el que aquí se luce es Antonio de la Torre. Un actor polifacético que se adapta a cualquier tipo de género pero que parece encontrar en Manuel al perfecto alter ego, a una extensión de sí mismo.
Una cinta que sirve para navegar desde una perspectiva más fresca de unos años de corrupción en España en los que casos como la trama Gurtel ha cambiado para siempre el panorama político actual.
El de reyes cuyos reinos continúan sin ellos sin ningún problema.