Crítica de Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald

Menos animales fantásticos

En 2016 se estrenaba Animales fantásticos y donde encontrarlos, cinta basada en un bestiario publicado por J.K. Rowling mediante el que Warner Bros trataba de exprimir la saga de Harry Potter, su franquicia más rentable. Una nueva aventura que presentaba a Newt Scamander, un magizoólogo británico que llegaba a Nueva York con un maletín que encerraba a algunas de las criaturas más alucinantes del mundo mágico que conocimos muchos años antes. Un experimento que además de rentable permitió abrir nuevas puertas en ese universo mágico en el que había mucho más que contar.

Un éxito cuya secuela llegaba estos días para continuar las aventuras de Newt y su pandilla, si bien en esta ocasión sus creadores han decidido crear nuevos puentes con la saga original de Harry Potter, un ejercicio mucho más arriesgado, pero igualmente jugoso para los millones de fans de la que es una de las sagas literarias más vendidas de la historia.

En este nuevo episodio, Newt Scamander debe dejar de lado su labor como experto en criaturas fantásticas para enfrentarse a un peligro mayor: Gellert Grindelwald, el considerado como mago más poderoso de todos los tiempos y precedente del malvado Lord Voldemort a quien conocimos en Harry Potter. Un villano que, tras liberarse del Ministerio de Magia, comienza un reclutamiento de magos puros a fin de gobernar sobre el resto y someterlos a todos. Oscuras intenciones que Newt deberá frenar ayudado por sus compañeros y, especialmente, por Albus Dumbledore, profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras de la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería y viejo amigo de Grindelwald.

Eddie Redmayne encabeza de nuevo el reparto de esta secuela como New Scamander acompañado de Katherine Waterston como Tina, Alison Sudol en el papel de Queenie Goldstein, Ezra Miller como Credence Barebone y las incoporaciones de Johnny Depp como villano de la función y Jude Law en el papel de un joven Dumbledore.

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Un ambicioso proyecto liderado por David Yates, director de las últimas cuatro cintas de Harry Potter.

En un mundo mágico muy, muy lejano

En la fiebre de las “secuelitis” que vivimos hoy día existe un género, el de la precuela, mediante el que muchos han intentado reconectar con viejas y exitosas sagas de mejor y peor forma. El mejor ejemplo sería Star Wars, saga de la que esta Los crímenes de Grindelwald bebe más de lo que parece, y cuya trilogía estrenada en los 2000 enlazó de la mejor forma (o no) con la antigua. Un ejercicio que otros como Peter Jackson con El hobbit intentaron imitar y que con esta secuela de Animales fantásticos vuelve a suceder.

Las intenciones son buenas y las referencias a Harry Potter yacen intactas, perfectamente conjugadas con esta nueva generación. Sin embargo, y paradójicamente, le falta magia al conjunto. El motivo no es otro que la excesiva duración y un entramado en el que existen tantas referencias que, respetar la esencia de ambas sagas, manifiesta un cierto desequilibrio narrativo a pesar de la buena labor de Yates, todo un experto en el universo de Harry Potter.

La cinta es atractiva y entretenida y Jude Law nos regala la mejor versión de Albus Dumbledore que el fandom podía tener.

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